sábado, 13 de abril de 2013

gus

No pude por menos que dejarme llevar de nuevo, y suave y dulcemente volvía  a caer rendida bajo las mantas del salón.
Imaginé la vida de mis sueños, el sueño de mi vida, pero ya sabemos todos que el despertador suena...y sonó, sonó justo cuando aquel viejito me sonreía diciendo algo así como: "vive sin miedo y sin límite".
Me levanté y al mirar a la calle vi los cincuenta coches que estaban atascados, oí llorar al bebé, rugir a la madre y ladrar al perro. Recibí mil órdenes, mil "quehaceres". Ya no tenían ganas de sonrreirme, de abrazarme, de ronrronearme......y se me olvidó como tenía que vivir.